Un experto en adicciones revela el papel de Pipi Estrada con su ex: «La rigidez no es positiva»
Desde hace años, Miriam Sánchez vive en un bucle de adicciones que ha afectado a su vida personal y profesional

Pipi Estrada y Miriam Sánchez, en una imagen de archivo. | Gtres
La televisiva Miriam Sánchez se alejó de la televisión hace algún tiempo. Lo hizo, sobre todo, por problemas de salud que fueron minando su trayectoria profesional. Ambos vivieron una etapa dorado durante su paso por Mujeres, hombres y viceversa, programa del que tuvieron que decir ‘adiós’ después de muchos años siendo consejeros del amor. Ahora, Miriam vive en un bucle de adicciones, que le ha llevado a alejarse de su familia y de poner todas las trabas posibles para que se produzca una recuperación. Es más, hace unos días, el propio Pipi Estrada quiso dar voz, de nuevo, a lo que estaba sufriendo su pareja, a quien definió como una persona «brillante e inteligente que ha caído».
Este testimonio vino a colación del último programa de Jordi Évole, en el que el jugador de baloncesto Ricky Rubio habló de la depresión que le había alejado de las pistas. Una situación en la que el propio colaborador se había visto reflejado. Y es que su actitud y, sobre todo, su apoyo fundamental a Miriam han sido algo muy importante en la vida de la madre de su única hija. Pero ¿cómo debería actuar Pipi en estos casos? Desde THE OBJECTIVE hemos hablado con el psicólogo Luis Miguel Real, experto en adicciones que nos ha dado las claves para acompañar, de forma adecuada, a una persona que está sufriendo.
La realidad de Miriam Sánchez, la ex de Pipi Estrada

Fue hace unos años cuando la propia Miriam contó que arrastraba ciertos problemas de depresión y adicciones desde hacía décadas. Además, esto le había hecho no poder darle una cierta estabilidad a su vida sentimental y profesional. Esto provocó que, por su actitud, copara infinidad de portadas de revista, que ponían en alarma a su entorno sobre su situación. Es más, en 2022, la que fuera colaboradora de televisión de Mujeres, hombres y viceversa, irrumpió en un local de la localidad gaditana de Conil. «Gritaba y se tropezaba, se cayó de boca en la puerta de este bar y apenas podía mantenerse en pie», aseguró un testigo a Sálvame. Además, mencionaron que Miriam solamente quería «fiesta». Es más, «intentó montarse en el coche de la policía, se apoyó en el capó y se puso a bailar…».
Uno de sus peores momentos comenzó después de dejar su relación con Cristo Vivancos, cuando llegó a engordar 14 kilos y se escudó en el alcohol y los ansiolíticos que mezclaba en una alta dosis. Además, también confirmó que había sido adicta a la cocaína durante ocho años, por lo que había estado «a punto» de hacer «muchas tonterías». «Estoy sola. Estoy sola en la vida. Hay una falta de apoyo social, no tengo marido, ni nadie… Con estas cosas, una acaba con una adicción. Yo tengo un nivel de ansiedad que me bebo el agua de los charcos, me bebo el Nilo entero. Estoy hasta los cojones», escribió en su perfil de la red social X. A pesar de este rechazo, Pipi siempre se ha mostrado a su lado. «Ha cambiado de teléfono unas 15 o 20 veces para evitar cualquier contacto», explicó el colaborador esta misma semana en El chiringuito.
El papel de Pipi en las adicciones de Miriam
Además, confirmó que hacían todo lo posible para que «se levante» y tenga «un entorno maravilloso». «Puedes ir a una paralimpiada sin brazos, sin piernas, y ganar medallas, pero no puedes competir con problemas de salud mental. Es lo más terrible, lo más duro», apostilló. Una situación que ha querido analizar Luis Miguel Real, experto en adicciones. «Esta situación es dolorosamente común y, sin embargo, poco comprendida. Por eso es importante explicar, desde la psicología clínica especializada en adicciones, por qué ayudar a una persona en esta situación es tan complejo, y cómo se puede intervenir de forma más eficaz», comienza diciendo. Para entender todo, primero habrá que aclarar qué es realmente una adicción. Y es que no se trata de una cuestión «de falta de carácter o de debilidad moral» sino que implican «un patrón de conducta repetitiva». «Acompañado por una pérdida progresiva de control y, en muchos casos, por cambios cerebrales que afectan la toma de decisiones, el juicio y la capacidad de anticipar las consecuencias a largo plazo», apostilla.
Una persona con adicción «no consume por desconocer el daño que se está haciendo». Lo hace porque, en su experiencia, «el consumo cumple una función concreta: aliviar el malestar, reducir la ansiedad, facilitar las relaciones sociales o silenciar recuerdos dolorosos». Por eso, dejar de consumir va mucho más allá; no es solo renunciar a una sustancia, sino también enfrentarse a todo aquello que esa sustancia ayudaba a evitar. En esta situación, el acompañamiento de familiares y allegados es algo «fundamental», pero sí que debe ser realista. «La intervención más eficaz no se basa en insistir, castigar ni sobreproteger. Se basa en entender el contexto emocional y funcional del consumo, en establecer límites claros y en facilitar el acceso a recursos profesionales especializados», aclara el experto en adicciones.
«Superar un problema de adicción no es una cuestión de mera fuerza de voluntad»
Sí que es cierto que, a menudo, los intentos de ayudar suelen fracasar porque «se parte de la idea de que la persona debería ser capaz de dejarlo si de verdad ‘quisiera». «Esto es un error. La motivación para el cambio no es un interruptor que se activa desde fuera. Se construye progresivamente, a través de experiencias que generen disonancia entre el estilo de vida actual y las consecuencias reales del consumo. Y eso requiere tiempo, contención y acceso a terapia basada en evidencia científica. Superar un problema de adicción no es una cuestión de mera fuerza de voluntad», cuenta Luis Miguel Real. Sí que es cierto que desde la psicología cognitivo-conductual, las recaídas «no siempre son fracasos, sino parte del proceso». «La intervención debe ir más allá de eliminar la sustancia: debe centrarse en dotar a la persona de herramientas para regular sus emociones, gestionar el estrés y construir un proyecto de vida que no necesite de la adicción como sostén», aclara el experto en adicciones.
«Vivir cerca de una persona con una adicción puede generar desgaste emocional»
También, es importante saber que, en todo este proceso, las familias también necesitan apoyo. «Vivir cerca de una persona con una adicción puede generar desgaste emocional, sentimiento de impotencia y, en algunos casos, dinámicas que perpetúan el problema», explica Real. Y es que existen grupos de apoyo específicos para familiares, así como orientación profesional, que permiten afrontar la situación con un mayor equilibrio y eficacia. Otro de los aspectos claves que, en ocasiones, pasa por alto es la «necesidad de identificar con precisión en qué fase del cambio se encuentra la persona con adicción». Y es que no es lo mismo alguien que niega tener un problema con alguien «que lo reconoce, pero aún no se siente capaz de actuar». «Las estrategias de ayuda deben adaptarse a cada etapa: desde el trabajo para aumentar la conciencia del problema, hasta la planificación de objetivos concretos de abstinencia o reducción de daño, si es el caso. La rigidez en este punto suele ser contraproducente», apunta el experto.
Así, es fundamental no centrar toda la intervención «en la abstinencia como única meta». «Aunque dejar de consumir sea el objetivo terapéutico a largo plazo, muchas personas necesitan primero aprender a tolerar el malestar, mejorar su entorno social o desarrollar habilidades básicas de autocuidado», aclara Luis Miguel Real. Acompañar en este proceso se hará «sin expectativas irreales y desde una posición empática».