Los precios inmobiliarios en España: cómo ha cambiado el sueño de ser propietario en 30 años
Mientras los sueldos se mantienen estancados, el resto de precios no deja de subir. ¿Hasta cuándo podrá sostenerse esta situación?

Comprar vivienda | Canva Pro
En 1987, comprar una vivienda era parte del plan de vida para muchas familias españolas. Hoy, en 2025, la realidad ha dado un vuelco drástico: los precios han alcanzado máximos históricos, superando los 2.000 euros por metro cuadrado en el primer trimestre del año, una barrera psicológica que evidencia el difícil acceso al mercado inmobiliario actual. El contraste entre el pasado y el presente ha sido puesto sobre la mesa por expertos como Álex Tomás, consultor financiero e inmobiliario, que a través de su cuenta de TikTok (@proyectostriunfadores) ha viralizado una reflexión que muchos piensan pero pocos cuantifican.
Con datos precisos, Tomás ha comparado el poder adquisitivo en 1987 con la situación actual. En aquel entonces, el salario medio anual rondaba las 1.925.000 pesetas, unos 11.570 euros. Con esa cifra, una persona con empleo estable podía aspirar a una hipoteca accesible, sin contratos temporales ni la precariedad actual. «Comprar una vivienda era parte natural de la vida adulta», afirma el experto. En ciudades como Madrid, una casa media costaba alrededor de 8 millones de pesetas, equivalentes a unos 48.000 euros. Es decir, con apenas cuatro años de salario, era posible pagar una vivienda sin comprometerse a décadas de deuda. Las familias compraban inmuebles a los 20 años y los terminaban de pagar en apenas una década.
Compra de la vivienda en 2025
La fotografía actual del mercado es radicalmente distinta. En palabras de Tomás, «en 2025 la historia es otra». El precio de una vivienda en Madrid ronda los 450.000 euros, mientras que el salario medio apenas alcanza los 30.000 euros anuales. Esto significa que hoy se requieren al menos 15 años de sueldo íntegro para adquirir una casa, y eso sin incluir impuestos, intereses hipotecarios o gastos de gestión.
Montse Cespedosa, experta en banca y colaboradora en el pódcast WorldCast, lo resume sin rodeos: «El salario está estancado y la vivienda está subiendo. Cuidado, porque esto va a petar». Su advertencia pone el foco en una burbuja que muchos temen que vuelva a explotar, como ocurrió en 2008. A este escenario se suma otro dato preocupante: solo el 14,8 % de los jóvenes españoles logra emanciparse, la cifra más baja de la historia reciente. El sueño de comprar casa se desvanece incluso antes de poder empezar a planearlo.

El alquiler, la única (y costosa) alternativa
Frente a la imposibilidad de compra, muchos se refugian en el alquiler. Sin embargo, esta opción tampoco supone un respiro económico. El precio medio del alquiler en España se sitúa en torno a los 14,5 euros por metro cuadrado. Una vivienda de 80 metros puede alcanzar fácilmente los 1.160 euros mensuales, una cifra inasumible para muchos salarios medios. El experto inmobiliario Iñaki Unsain resume esta situación de sobrecarga del mercado: «Por cada piso anunciado podemos recibir más de 50 solicitudes en pocas horas». La demanda supera con creces a la oferta, y eso alimenta aún más la inflación del precio del alquiler.
Además, como ha advertido recientemente la abogada penalista Beatriz de Vicente, hay cada vez más casos de falsificación de nóminas para acceder a un piso de alquiler. «Es un delito que vemos todos los días en los juzgados», asegura. La desesperación lleva a muchos a situaciones límites.
Una nueva mentalidad ante un viejo problema
El acceso a la vivienda se ha convertido en un reto generacional. Si hace cuatro décadas adquirir un piso era una meta alcanzable con esfuerzo, pero sin asfixia, en 2025 se ha convertido en una misión casi imposible para la mayoría. Los expertos coinciden en que este cambio de paradigma no solo afecta a la economía familiar, sino también a la forma de pensar de toda una generación. Hoy, para muchos, comprar una casa ya no es sinónimo de estabilidad ni de inversión, sino de una carga difícil de asumir. Y mientras el salario se mantiene, los precios siguen escalando. La pregunta que sobrevuela el debate es evidente: ¿hasta cuándo podrá sostenerse este modelo?