The Objective
El purgatorio

Santiago Segura: «Soy feliz venciendo en taquilla a Brad Pitt»

El cineasta madrileño presenta ‘Padre no hay más que uno 5: nido repleto’

Al contrario de lo que la gente cree, Santiago Segura (Madrid, 1965) es un hombre parco en risas. No es que sea un tipo infeliz, para nada, pero ve la comedia con ojos analíticos. Risotadas soltó, me confiesa, con los Premios Velázquez de Juan Carlos Ortega. Una joya que parodiaba los Premios Goya. Segura, el hombre que más dinero ingresa de toda la industria cinematográfica española, vuelve a los cines este verano con Padre no hay más que uno 5: nido repleto. Mientras triunfa con este film, miles de españoles le siguen preguntando por una nueva película de Torrente.

PREGUNTA.-  Lo de llevar camisetas con el nombre de las películas…

RESPUESTA.- ¿Qué te parece?

P.- A mí me parece una buena idea de marketing.

R.- Es una chorradilla, pero es porque me aburre mucho ver a gente hablando de sus películas, diciéndome lo bien que se llevaban los actores, lo divertida que es. Entonces digo: «Podría hablar de cualquier cosa y, mientras, hay una publicidad estática». O sea, no siento que esté perdiendo el tiempo. Llega esta entrevista, digo: «Hablo de lo que digas, Carlos, pero la gente ya ve que Padre no hay más que uno 5 ya está en la calle».

Siempre lo pensé: puedes hacer la mejor película del mundo, que si no se entera nadie, da igual. Porque la gente dice: «Eres un genio del marketing». ¡Qué forma de insultar a una persona! En vez de decir: «Eres un genio del cinematógrafo». Eso nunca me lo dicen. Pero la marca, la mercadotecnia… no es eso, tío.

Yo te juro que soy incapaz de vender algo en lo que no creyera. Ya me sabría mal vender una peli que diga: «Este me ha quedado mal, no me gusta». A ver, que mucha gente puede ir a verla y que no le guste, pero a mí me gusta. Creo al 100% en la película.

Creo y lo llevo en el pecho, como un blasón. O sea, que estoy orgulloso. Y el rollo de publicidad estática… no tengo que hablar todo el rato de la peli. Podemos hablar del precio que tienen los espárragos y, de fondo, la gente sigue viendo Padre no hay más que uno 5, en todos los cines. ¡Un millón de espectadores superamos ayer!

P.- Esta entrevista se publica justo un día después de tu cumpleaños, 60 años. ¿Cómo se ve?

R.- Me veo destruido. Estoy amargado. A ver, lo de la edad. Yo sí que soy muy friki y estaba estudiando mucho. Y antes no, pero ahora creo que hay una seria posibilidad de prolongar la vida. O sea, porque antes tampoco creía en otras cosas. Decía: «Es que es imposible que consigan imágenes hiperrealistas simplemente con una descripción de texto». Y ahora mismo, ya ha habido imágenes de realidad virtual con inteligencia artificial que no distingo de lo real.

Antes, de cinco, acertabas cuatro, y decías: «Vamos bien». Ahora es alucinante. Es que te la cuelan por todos lados. Es peligrosísimo. Entonces, claro, igual que ha avanzado eso, en medicina estaban hablando de la prolongación de telómeros, la regeneración celular… y yo decía: «Sí, hombre, sí, mañana… mañana, Navidad». Pero no. Si tú mezclas la inteligencia artificial con la computación cuántica, o sea, puedes acelerar los procesos de investigación muchísimo. Y es que probablemente, en un plazo de tres a siete años, veamos ya las primeras inyecciones que rejuvenecen realmente.

P.- Siempre preguntamos en El purgatorio, por la relación con la fe de los invitados, ¿cómo es la suya?

R.- Soy escéptico, y siempre una de mis frases es: «Me encantaría que hubiera pastillas para tener fe, porque yo me tomaría tres botes». Porque yo creo que la gente con fe es más feliz. O sea, vivir con fe es vivir más tranquilo, porque estás pensando en que, una vez que te mueres, no desapareces, sino que vas a otro sitio, supuestamente mejor. ¿No te parece un alivio?

P.- Santiago está aquí porque tiene que hacer un esfuerzo para darle un poco de promoción a una película que lo está pasando mal en taquilla.

R.- Tú ríete, pero no lo pasamos bien. Siempre es una lucha.

P.- Pero entiéndame, la peli va como una moto.

R.- La peli está gustando, pero tú sabes lo que es hablar con los exhibidores y decir: «Chicos, que mirad este cine. Estamos a las 16.00 de la tarde y todas las demás sesiones son para los blockbusters norteamericanos de 200 millones». Que hay que luchar. Y luego a mí me tienen cierta simpatía los exhibidores, pero es duro. El distribuidor se pelea mucho. Esa es una lucha que va más allá del arte también.

Santiago Segura en ‘El purgatorio’. | Víctor Ubiña

P.- Sí, porque Santiago Segura estrena una peli más de la saga Padre no hay más que uno, y damos por hecho que va a funcionar. Y no tiene porqué ir bien. Va bien, y nos alegramos.

R.- El primer agobio que tengo es si saldrá gente diciendo: «Es la peor de las cinco», que es un mal rollo. O que digan: «Me gustaba más la otra». Eso te obliga a que sea, como mínimo, igual que las otras, e intentar siempre mejorar. Ya si pasas esa barrera, te quedas tranquilo, porque la gente dice: «Es la mejor de la saga, los entusiastas…» No todo el mundo lo dice, pero muchos dicen: «La primera y la quinta». Es que te quedas tranquilo.

Y ahora empieza la guerra. Es decir, cuántos estrenos hay más… ¿sabes? Porque a F1, digamos que ahí la vencimos en buena lid, ¡que me da un gustazo! Esto me da vergüenza, porque sé que Warner es una distribuidora que me cae muy bien. Hemos trabajado con ellos también. Pero que Brad Pitt mire el periódico por la mañana, y diga: «FI número uno en todo el mundo, pero España no». Soy feliz con esa mierda.

P.- Santiago Segura ya es un habitual del verano. Y vuelve en el verano en que se cumplen 50 años del estreno de Tiburón de Steven Spielberg.

R.- Spielberg inició con Tiburón el blockbuster veraniego. Tiburón cambió el verano. El verano es fundamental para estrenar. Y Tiburón arrasó. Yo fui a verla al cine, me llevaron mis padres. Me cagué vivo. Me acuerdo cuando están buceando y aparece una cabeza así, de repente… ¡el bote que pegué en la butaca!

Estás viendo otras que se estrenan con unos presupuestos brutales, con el mismo tema, y es que nada que ver. Sabes que esa peli, al final… a ver, yo digo que la pirotecnia audiovisual, todo lo que son efectos especiales, es espectacular, pero si no va unido a unos personajes que te interesen, a unos actores que te agarren un poquito en la trama, no funciona. Tiburón, es que aparte de que Roy Schneider está de lujo, Robert Shaw, Richard Dreyfuss… o sea, los tres principales eran buenísimos.

P.- Y después la gente decía: «Qué bien, qué inteligencia la de Spielberg. Cómo coloca la cámara cerca del tiburón, cómo va acercando el tiburón…». Y claro, el problema era que el tiburón iba mal. Por lo visto, la máquina del tiburón fallaba, entonces no podían utilizarlo mucho.

R.- El tiburón le salió rana. Era el tiburón rana. Era un cagarro. No funcionaba. Retrasó el rodaje. Y entonces Spielberg tuvo esa visión de decir: «Bueno, vamos a hacer el rollo Hitchcock. Vamos a que no se vea». En vez de que se vea… que no se vea. Y da mucho más cague. O sea, cuando ves al tiburón, lo ves, porque se le ve bastante. Pero imagínate que se hubiera visto más, le hubieras perdido miedo al tiburón.

P.- Entiendo que usted habrá tenido de esas en un rodaje. El plano que no se puede hacer o cosas por el estilo, y después la gente te dice: «Oye, Santiago, esto que has hecho es cojonudo, ¿cómo se te ocurrió?»

R.- El cine es un milagro. Tú haces lo mejor que puedes, pero luego si no se dan las condiciones, lo fácil en el cine es cagarla. O sea, el sonido, o la imagen, siempre hay algún departamento que puede ir un poco peor. Y luego tú escribes para algún actor, el actor no puede, pillas a otro, y el otro pues no te encaja del todo.

Siempre hay cosas que te pueden salir mal. En esta peli, en la última, en Padre no hay más que uno 5, hay una escena de la fiesta de cumpleaños que, en el plan de rodaje, yo decía: «Esto, mínimo, tres jornadas». Pues en un día y medio tuvimos que hacerlo. En un día y medio. Iba con el agua al cuello. Y yo pensaba que iba a ser un horror. Y es de lo que más le está gustando a la gente.

Pero es que además, en ese día y medio se inundó donde hacíamos lo del cumpleaños. Cayó un chaparrón de verano y se inundó, que te llegaba el agua por la pantorrilla, y decía el de sonido: «No, si mientras no enseñes el agua, vale, pero habrá que doblarlo porque suena el agua».

Claro, siempre digo que tú no le puedes decir a la gente: «Bueno, esa escena es que vino tarde el actor, y no teníamos presupuesto, y se hundió el decorado…» Y el espectador: «¿Qué me estás contando? Es una puta mierda». O sea, una película está tan bien como su peor escena. Tienes que estar siempre intentando que esté todo bien.

P.- ¿En el rodaje suele ser un hombre obsesionado por el control y la perfección?

R.- Sí, si quieres que el producto sea como tú quieres. Soy un poquito plasta, pesado. Y luego el cartel: quiero que el cartel sea como yo quiero. La música: quiero que sea como yo quiero. El músico —que yo la adoro, a Roque Baños— pero vamos… no sé cómo no le debo caer mal, porque yo me voy y me siento a su lado a componer. Está componiendo y: «¿Y por qué unas tubas aquí?», o sea, que le voy sugiriendo cosas que otro me hubiera mandado a paseo. Pero como ya me conoce…

P.- Padre no hay más que uno 5: Nido repleto, ¿la última de la saga?

R.- Era la última… hasta que la estrenamos. Ahora la estrenamos, todo el mundo con: «¡Cómo va a ser la última!», y yo digo: «¿Es verdad? ¿Quién soy yo para quitarle la diversión a esta gente, la ilusión, a estas criaturas?». No lo sé. Ya ha entrado en mi mente, esa brecha de decir: «¿Pero por qué tiene que ser la última?». Entonces, en cualquier momento, si se me ocurre una buena idea, igual cojo y sigo. Ya te digo que, para el verano que viene, no… No va a haber película. El verano que viene ya no llego.

P.- ¿Pero puede haber otra película para el año que viene?

R.- Sí, podría ser. De otro género, de terror, una comedia de enredo. O lo que mi madre quería que hiciera: una comedia romántica. Me lo dijo una vez, y me inspiró tanta ternura. Fue con Torrente 2, ella me dijo: «Está bien, hijo, pero… ¿por qué no haces una comedia romántica?» Y decía: «Pobre mujer… ¿Cómo ha tenido que ver en la pantalla, por mucho que le guste la película, a su hijo caracterizado de Torrente?». Ver a tu hijo seboso, sucio (ríe).

Santiago Segura en ‘El purgatorio’. | Víctor Ubiña

P.- ¿Cómo fue la primera vez que vieron Torrente, el brazo tonto de la ley?

R.- Mis amigos… Es que tú sabes que esa película la hice para mis amigos. Porque, al final, tú no tienes tantos referentes. Entonces yo decía: «¿Para qué voy a hacer la película?» Que me guste a mí y a mis colegas. Además que, en mi mente, era una película underground. La promocioné como para todo el mundo, para que fuera un éxito, pero yo era consciente de que era una película muy concreta, muy bestia. Hay que entrar en el humor.

Hay gente que eso mismo le tiraba para atrás. Pero a mis amigos les encantó. O sea que acerté de pleno. Y mi familia: «Muy bien, hijo». Luego me dieron el Goya al mejor director novel. entonces ya mi padre flipó. O sea, mi padre, que pensaba que iba a estar pidiendo en la calle en cualquier momento… que me dieran un Goya le pareció como que ya me había encaminado.

«Torrente es como Homer Simpson: gracioso en la ficción, terrible en la vida real»

P- De la saga Padre no hay más que uno, me gusta mucho la aparición de muchos niños. Y digo «los niños» porque veo que, aparte de que nacen menos niños en España, cosa evidente, hay menos niños en la ficción, menos niños en las series, en la televisión, en las pelis… y no sé si es por temas legales, de protección de datos y de menores.

R.- Te diría dos cosas. Una: que eso sería antes, porque ahora el niño está en todas partes. Las películas familiares ahora proliferan. O sea, desde el éxito de Padre no hay más que uno, la gente no es tonta. De hecho, cogen a algunos de los mismos niños para tener el mismo tipo de cartel.

Y luego el tema legal es importante. Tú sabes que en las primeras dos películas, nos tuvimos que ir a rodar a Guadalajara o a Toledo, porque la legislación era diferente. Allí los niños pueden rodar ocho horas. Aquí no. Aquí no podrían rodar ocho horas. Claro, los niños se comían ocho horas más el viaje de ida y vuelta. Entonces mi socia, María Luisa Gutiérrez, habló con los responsables y cambiaron la ley para que los niños pudieran rodar lo mismo en Toledo que en Madrid.

P.- Y sus dos hijas son actrices en la saga. ¿Cómo se lleva ser padre y director?

R.- Mis hijas creo que me respetan más como director que como padre. Me hacen más caso como director que como padre. Pero porque en el cine les pagan, en casa no, igual es por eso. Son gente espabilada.

P.- ¿A Santiago Seguro el hecho de ser padre le cambió mucho su forma de escribir, de hacer comedia?

R.- No, porque antes nunca había intentado hacer comedia para todos los públicos, que me parecía un reto. Pero con mis hijas pensé: «¿Por qué no hago comedia para todos los públicos?» No fue tanto la paternidad en sí, sino la situación: que mis hijas pudieran ver mis películas. Y de hecho, cuando se me ocurre meter a mis hijas en la película, es que yo creo que es lo mejor que he hecho. Porque, primero, el recuerdo que van a tener de mayores, y yo de ellas.

Lo hablaba con Juan Carlos Ortega el otro día, en una entrevista, porque decía: «Jo, ¿no te da pena, como que te roban un niño?». Un niño de cinco años y luego ya tiene ocho. ¿Y dónde está el niño de cinco? Ha desaparecido.

Y es verdad. Porque las transformaciones son muy bestias. O sea, tú ahora mismo estás así, y el año que viene más o menos estás así. Y dentro de cinco años, más o menos, una canita. Pero no. Lo de los niños es brutal. Ese niño de tres años que ahora tiene 17, es otra cosa. Era un muñequito que te hacía así y ahora eso… Entonces, haberlo encapsulado en estas películas. Cuando quiero ver a mis hijas en determinadas edades, no tengo más que repasar su filmografía.

P.- Tiene mérito, más allá de llevar a la gente al cine —por supuesto, con cualquier película—, hacer que la gente se ría. Porque llevamos un tiempo ya con esta cosa tensa en general entre la gente…

R.- No, hay otros países que están muy polarizados y la gente está crispada. No es el caso de España, donde convivimos. Se puede hablar de todo. Y además hay mucha cordialidad, porque la gente te escucha atentamente e intenta, si no está al cien por cien de acuerdo contigo, entender lo que tú dices. Y luego él aportarte su opinión, y al final siempre salen como camaradas, tomándose unas cañas y tal. Es por eso que me gusta vivir en este país.

Yo te digo, ahora en serio, que siento un poquito de lástima. O sea, no me gusta la tensión. Tanta tensión como ahora… Nunca ha habido tanta, yo creo. Desde que tengo uso de razón, claro. Antes, imagínate, desde los bárbaros puede haber habido mucha tensión. Pero desde que tengo uso de razón…Y eso que en mi instituto me acuerdo que había peleas enormes entre fachas y rojos. O sea, que el guerracivilismo en España ha marcado mucho. Pero creo que no debería afectar tanto al ciudadano medio.

«Siento lástima por la tensión que hay en España»

P.- Quizá estamos demasiado contaminados —y esta vez lo digo yo, soy periodista— contaminados por las tensiones políticas.

R.- Pero claro, nuestros políticos son muy responsables de eso. Ellos no templan. Lo ves en el Congreso, en el Senado… y es que se insultan mal. Parecen quinceañeros: «Tú más». «No, no, tú… rebota, rebota y en tu culo explota». Que piensas, señor mío. Que es usted un servidor público, que le estamos pagando. No caiga en eso. O sea, defienda sus ideas, pero no entre en la provocación. Los ciudadanos ven eso y piensan: ah, pues todo vale. Es así. Si nuestros representantes lo hacen así, pues… Pero bueno, lo que hablabas era lo de la risa. La risa amansa a las fieras. Es verdad que la risa, dicen, es un bálsamo que ayuda a olvidar las preocupaciones. Y en ese sentido, cuanto más bálsamo puedas poner en las heridas, mejor.

P.- Estuvo Juan Carlos Ortega en El purgatorio, y recuerdo que dijo que él no hacía humor de abajo a arriba ni de arriba a abajo, él hacía humor de lado. De la gente que él tenía a su lado. ¿Santiago Segura hace humor de lado?

R.- No sé. Ya te digo que no puedo definir mi humor, porque eso siempre lo define el de enfrente. Con el humor yo siempre he dicho que los límites están en el número de gente riéndose. Si yo hago humor, escribo unos chistes para cien personas, y de esas, 99 se descojonan y hay uno que se ofende, creo que he triunfado.

Si es al revés, ya me lo empiezo a plantear. O sea, si se ríe uno y ofendes a 99, pues tienes que mejorar el material. Pero ese es, para mí, el límite del humor. No le doy tantas vueltas. Además, no creo que el humor sea tan importante. Es como el cine, cuando decían lo de la violencia en el cine de Tarantino. ¿Te acuerdas de aquella polémica? Tío, la violencia está en la calle, Tarantino lo único que hace es reflejarla. Son imágenes, y ya.

Me dejó impactado un monólogo de Ricky Gervais —creo que fue el año pasado—, que acababa y se había pasado 15 pueblos y dijo: «¿Se han ofendido ustedes? Pues no deberían. Son palabras.»

Y pensé: «¡Qué razón tiene! Son palabras.» Hombre, si te pego un bofetón, es lógico que te ofenda y que llames a la policía, pero si lo que te ofende es lo que diga un cómico… eso debería resbalarte.

El humor debería resbalar. Si me hace gracia, me río. Si no me hace gracia, no me río. Pero no voy y digo: «¡¿Pero qué has dicho, madre mía?!» Ofenderse, hay que tener muy pocas cosas en la vida para ofenderse.

P.- A mí es que me cuesta comprender al que se ofende.

R.- Intento comprender a todo el mundo, pero a mí también me cuesta.

P.- Porque, por ejemplo, yo soy de Granada, soy andaluz. A mí uno hace un chiste sobre los andaluces que no me hace gracia, pues no me hace gracia, pero no me ofendo.

R.- Claro, no dices: «Esto para toda Andalucía es una ofensa, es un delito de odio, porque los andaluces siempre nos tiran abajo, porque creéis que somos incultos». Tú entras en una película, en un bucle que culpas a ese desgraciado de todos los males de Andalucía.

«Si se demuestra que Ábalos hizo lo que dicen, me gustaría que pasara muchos años en la cárcel»

P.- Vayamos con la pregunta que todo el mundo espera: ¿Para cuándo?

R.- Es que estoy jugando al despiste.

P.- ¿Para cuándo Torrente 6?

R.- A ver, ¿cuándo crees que convocarán elecciones?

P.- Estoy en la idea de que Sánchez aguanta hasta 2027.

R.- Pues yo no tengo prisa. Porque quiero estrenarla antes de que cambie el Gobierno. Como se me ocurrió la película en este gobierno… Un meme, en tres días, se queda obsoleto. Imagínate una película: desde que la ruedas hasta que se estrena, pasa casi un año. La gente se equivoca cuando piensa que yo voy a hacer una película comentando cosas actuales. No, es una película de un poquito de Torrente y un poquito de política.

P.– ¿Pero no cree España se lo está poniendo muy difícil?

R.- Si esperan un biopic, un reflejo de la realidad, si me lo ponen difícil, porque eso no va a suceder. Ahora, estas películas coyunturales, del momento, esas quizá podían hacerlas Mariano Ozores, porque hacía el guion en dos semanas. Rodaban en tres días.

Desde que se le ocurría la idea —porque había visto una noticia en el periódico—, ya estaban en marcha. Por ejemplo: «La avispita Ruinasa», «¡Que vienen los socialistas!». Decían: «Vamos a comentar este tema», y en tres meses estaba en el cine. Eso estaba muy bien. Era otro ritmo. Pero con el cine como lo hacemos ahora, que tardas meses…

P.- Hay gente que ya ve en Torrente 5 una especie de acierto profético. Como si hubieras predicho cosas del futuro.

R.- Siempre digo que Torrente es los Simpson de España. Cuando me mandan fotos de Ábalos haciendo declaraciones o lo que sea… Es que me recuerda un poco, es torrentista.

P.- Como la vida es maravillosa, es que Ábalos se llama José Luis y nació en Torrente. Una persona a la que muchos asocian con comportamientos torrentianos. Es la casualidad de la vida.

R.- Torrente era una sátira, una parodia, una crítica, una burla… lo que sea. Los espejos deformantes de Valle-Inclán, etc. Pero era algo muy español. Han intentado hacerla en Estados Unidos, en Francia, en México, compraron los derechos y luego dijeron: «Uy, esto queda muy local».

P.- Es que, al igual que todos conocemos a un Torrente, todos conocemos a un Ábalos. En cada pueblo hay uno parecido: ese que en el bar te da la palmadita en la espalda, el que dice: «Niño, ponte dos copitas». Que algún día desaparecerán.

R.- Eso pensaba yo. Cuando hice Torrente 1, en las entrevistas decía: «Esto es una especie en vías de extinción». El personaje rancio, machista, alcohólico. Yo pensaba que iba a desaparecer, porque íbamos hacia el modernismo, hacia otra cosa. A ver: la novela picaresca, que la inventamos nosotros…

P.- Y lo que decías: rancio, machista, personaje deleznable, por supuesto. Y aun así, la gente se reía con él.

R.- Porque hacía gracia. Siempre lo explico con una idea que se me ocurrió: Homer Simpson es gracioso. Tú te ríes con Homer Simpson. Incluso puedes tener una camiseta de Homer. Pero si te dicen que el guardia de seguridad de la central nuclear de tu barrio va a ser Homer Simpson, te llevas las manos a la cabeza. Y es lógico. Yo decía siempre: Torrente es un paria. No tiene un duro, no tiene dónde caerse muerto…Va rapeando para comer. Es como una rata, pero una rata primero: sin poder, sin dinero. Y es ficción. Todo eso te permite reírte. Eso no tiene ninguna gracia en la realidad.

P.- Obviamente. Pero salvando todas las distancias: si se ve que Ábalos ha hecho cosas con dinero público que no debía, con ciertas personas, a pesar de todo, a mí me inspira una cosa cómica inevitable.

R.- A mí me pasa igual, me hace mucha gracia, pero también te digo: si se demuestra que ha hecho lo que dicen que ha hecho, me gustaría que pasara muchos años en la cárcel. Entonces, la gracia es relativa. Porque al fin y al cabo, es con dinero público. Ese dinero lo queremos para cosas que nos interesan. Por ejemplo: que cuando lo de la dana, al mes ya esté todo resuelto. O cuando tu madre nota un bulto en el cuello, que no le digan «vuelva dentro de tres meses».

Ese dinero está ahí, no para que Ábalos haga ciertas cosas. Dices: «Me puedo sonreír», del personaje. Es como Jesús Gil: será muy gracioso, pero a los que murieron en Los Ángeles de San Rafael, igual no les hizo tanta gracia. Es que los españoles somos unos cachondos. Eso es verdad. A mí Torrente me hace mucha gracia, pero no quiero que exista Torrente.

Santiago Segura en ‘El purgatorio’. | Víctor Ubiña

P.- Creo que con Torrente ha pasado como con Berlanga: ha alcanzado ya un cenit de comedia. Se dice lo de berlanguiano, pero ahora también que algo es propio de Torrente.

R.- A mí me hace mucha ilusión. Ojalá no hubiera pasado, pero cuando alguien dice: «Esto parece una película de Santiago Segura» o «Esto es de Torrente»…Es como cuando antes decían «Esto es de Berlanga». Berlanga también retrataba España. Esa escena de La escopeta nacional, que iban a pedir favores… España es Berlanga. Luis era mi ídolo absoluto, tuve la suerte de conocerle, me metió en dos películas suyas. Nunca he dado clases de cine, excepto una masterclass que dio él durante dos semanas. Era mi superídolo. Y si en vez de decir Berlanga ahora dicen Torrente, me parece una prolongación perfecta. Porque para mí, España siempre será berlanguiana. Plácido es una película vigente.

P.- Una curiosidad, ¿es cierto que le propuso a Carlos Herrera ser el villano de Torrente 4?

R.- Sí, pero Mariló Montero le aconsejó que mejor que no lo hiciera. Para mí, le aconsejó negativamente. Y metí a Francisco de malo.

P.- ¿Tiene algún cameo soñado para Torrente que todavía no se haya producido?

R.- Claro.

P.- ¿Puede decir el nombre?

R.- Prefiero que se produzca y que lo veas. Y si no se produce, en la próxima entrevista te lo digo.

P.- Estoy pensando a ver si se me ocurre algún nombre… Vamos a ver: después de lo que hemos hablado, si en la próxima película de Torrente —no digo que salga, digo que a lo mejor hay un fotograma, una imagen— de José Luis Ábalos… Ya sabes que el cine se cae.

R.- Pero vamos a ver, José Luis yo creo que tiene otras cosas más importantes. A mí me encantaría, incluso que saliera. Porque ya sabes que me gusta meter esto, que a mí me critican mucho… Pero yo creo que es comprensible. Pasolini metía a mucha gente de la calle. Es que te dan cosas que no te dan los actores.

P.- O sea, ¿si se produce, podría llegar a proponérselo?

R.- Si yo tuviera su teléfono, o sea, tú me das el teléfono ahora… Yo le llamo: «José Luis, ¿te gustaría hacer una chorradita en Torrente presidente

P.- ¿Y cree que diría que sí?

R.- Creo que no. Ya te digo que tiene unos problemas el hombre que no está pensando en salir en Torrente. Igual en el pasado, a lo mejor…

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